La semana pasada fui a entregar un certificado del final de obra que se me había traspapelado y, amén de un ratillo de charla sobre la crisis, el empleo, las ciudades, los pueblos... y un café, me llevé a casa una bolsa de huevos de aldea.
A estas alturas ya quedan pocos porque enseguida los atacamos en casa. Tienen la yema de un color más fuerte que los que compramos en el súper y hasta las tortillas tienen un aspecto más saludable. Por el camino alguno sufrió más de lo debido, definitivamente la bolsa de plástico no es el contenedor más adecuado.
Y ya metidos en harina, con la cámara en la cocina pasaron por el fotomatón unas rodajas de merluza y la primera sandía del año, que estaba buenísima también, muy dulce!