Aprovechando que la actividad en construcción ha bajado mucho, llevo meses repensando la manera de afrontar la actividad del estudio. Está claro que cambiará el tipo de cliente que necesitará nuestro servicio y creo que eso debe reflejarse en los servicios y en el modo de remunerarlos.
He hecho análisis de cómo hemos trabajado hasta ahora y cuáles han sido los trabajos más interesantes, para los promotores y para nosotros. Y cuál ha sido su rentabilidad.
Y por otro lado he encontrado textos muy interesantes sobre la historia de los "honorarios", una palabra que hace años dejó de tener sentido pero que, para mí, debe volver a recuperar su valor.
Desde mi punto de vista, hay una parte del reconocimiento por un servicio que debe venir ex-post es decir, una vez se ha terminado el trabajo. No es algo nuevo, en mi ejercicio he recibido muchas veces regalos de mis clientes porque entienden que la factura que han pagado no se corresponde con su nivel de satisfacción.
En el mundo rural es muy habitual, cuando entablas una cierta relación de confianza, premiar al que se implica en resolverte un problema con productos de la casa: una comida, una bolsa de manzanas, huevos, higos...
En trabajos más grandes también me han reconocido con regalos más importantes, o incluso honorarios propiamente dichos: una cantidad extra que valora esa parte del servicio que no se puede conocer ex-ante, antes de emprender un proyecto.
De momento es una idea, pero probablemente introduzca una manera de plantear mis presupuestos en la que se difiera parte del pago al final a modo de honorarios voluntarios. No es un concepto original, y yo creo que tiene sentido.
¿Qué opinas?¿te parece bien que te propongan unos honorarios voluntarios por un servicio?